Gigantes, cabezudos y miserables

“Aragón la más famosa entre España y sus regiones…” Ahora lo será tristemente por haber destruido un monumento industrial de primer orden , y más en una región y una ciudad donde apenas existe patrimonio industrial por haber sido sistemáticamente destruido por estos mismos sujetos o similares.
La tierra de aquellos los gigantes y cabezudos, que cantaba la famosa jota: «Luchando tercos y rudos, grandes para los reveses, luchando tercos y rudos somos los aragoneses gigantes y cabezudos…» no puede tener completa la comparsa sin crear hoy mismo unos nuevos personajes: los miserables, cuyas caras tenemos casi todos en la memoria.
Tenemos que hablar de ellos y hacer visibles a la gentuza que solamente se ocupa por velar los intereses de sus amigos y amos, nunca de los ciudadanos que los eligen y pagan, sino solamente de unos pocos que también pagan, quizá con promesas y favores o quizá con algo más que todos intuimos. Ni estos miserables son tan tontos como para exponerse gratis de este modo.
A pesar de que era una opción perfectamente contemplada, nunca pensamos que los grupos municipales de PSOE, PP y Ciudadanos pudieran llegar a ser tan rastreros y despreciables para nosotros, como para ellos lo es ese patrimonio industrial que condenaron sin indulto posible, obligando a dar un permiso de derribo, que era para la inmobiliaria como poner un cheque en blanco en manos de un estafador, o una papelina en manos de un drogadicto. Simplemente imposibles de rechazar sin utilizarlo.
Su bajeza moral, personal y política no tiene fácil parangón en apenas ninguna democracia occidental y únicamente bajo la óptica de la corrupción y/o la ausencia del menor atisbo de ética y decencia, personal, moral y política, se entienden las actuaciones de las que ayer -y posiblemente hoy- somos testigos. Pero no nos equivoquemos, no sólo tiene que haber trasiego de sobres, favores, o promesas. La infame catadura política de los concejales de los tres citados grupos (también podríamos hablar en el mismo tono de los mismos partidos y sus diputados en las Cortes de Aragón) no sólo se limita a favorecer a los especuladores a costa del patrimonio europeo, sino a demostrar que su odio al rival político les lleva a quedar en evidencia ante el mundo entero. Todo a cambio de tratar de hacer daño a ZeC echando a sus perros de los medios de comunicación tratando de culpar precisamente a los únicos que trataron de salvar este monumento industrial.
Zaragoza acaba de subir al vergonzoso podio de las ciudades donde la corrupción moral y política es más visible. Acerca de la otra -aunque pondría una mano en el fuego porque también la hay- es más difícilmente demostrable, más bien imposible, dado el nivel de ineficacia de la fiscalía anticorrupción aragonesa; aunque ahora que lo pienso, quizá es que ni exista.
Ya hemos comenzado a escribir la historia de esta fundición, interesante desde su origen hasta su muerte a manos de esta mafia local. En este último capítulo que termina con la demolición total de más de 2/3 de la factoría, los jueces han tenido un papel clave. Intentaremos no hacer juicios de valor, sino simplemente mostrar las denuncias y las sentencias, las peticiones y sus respuestas. No hace falta más para dejar muy claro la clase de justicia que se ha impartido en este caso.
Ni la mente más imaginativa y calenturienta podría crear una red mafiosa de periodistas sin escrúpulos y medios de comunicación, empresas, bancos, jueces, policías, políticos, instituciones y personajillos de todo pelaje unidos bajo el manto de una inmobiliaria. Una perfecta película de cine negro, negrísimo más bien, donde la realidad supera a la ficción más delirante.
Una caterva de sinvergüenzas han puesto a Zaragoza en el mapa de las ciudades gobernadas por mafias como Nápoles, Marsella o Palermo, por decir algunas. Zaragoza ha demostrado despreciar la justicia, el patrimonio y la decencia, dejando bien claro que aquí, aunque gobierne ZeC, quien realmente manda es esta organización sin estatutos, ni reglas, ni estructura aparente, pero cuyos resultados pudimos contemplar desde el día 21 de julio. Hoy Zaragoza es una ciudad peor, más triste, con menos patrimonio y menos futuro; con muchos miles de ciudadanos avergonzándonos de vivir en un lugar que desprecia su historia, su cultura y su patrimonio de este modo. Somos la primera ciudad en destruir un bien de la lista de los «Cien Elementos del Patrimonio Industrial Español» y del World Monuments Fund (https://www.wmf.org/project/averly-foundry), que es la fundación de la tarjeta American Express, algo irrelevante a ojos de estos ignorantes, pero no del mundo de la cultura y el patrimonio a escala internacional.
Pero no pretendo que todos seamos de izquierdas, ni mucho menos. La decencia no entiende de ideologías y se puede ser un sinvergüenza de extrema derecha o de extrema izquierda. Por ellos sabemos que lo que fallan son las personas, y por tanto la solución es echar a estos profesionales de servir amos y despreciar ciudadanos. Votad a quien queráis pero que que sean honestos, o que por lo menos sean nuevos, ya tendrán tiempo de corromperse. Eso invalida votar a los asesinos de Averly porque todo voto a PP, PSOE o Ciudadanos en el Ayuntamiento de Zaragoza es votar a los cómplices, lo mismo podemos decir a otra escala de las Cortes de Aragón, añadiendo ahí al PAR y dejando en cuarentena a la CHA, que hablaba una cosa con la Plataforma Salvemos Averly y otra en las comisiones. En definitiva, poco fiables.
Pero no todo es malo. Desde este final de julio, muchos ciudadanos hemos comprendido que depositando el voto cada cuatro años no cambiamos una ciudad, sino peleando día a día para limpiarla de los indeseables que desde sus puestos de trabajo (generalmente bien pagados con nuestros impuestos, aunque sea bajo el supuesto de “ayudas a la prensa escrita”) colaboran para seamos espectadores pasivos de un expolio continuo de nuestros recursos..
Los medios para robarnos a los ciudadanos beneficiando a otros son variados. Bien puede ser con un tranvía que podía haberse hecho igual o mejor con 200 millones de Euros menos, tal como constaba en la oferta rechazada; regalando dinero a los caraduras como en el Tiro de Pichón (por otro lado una repugnante diversión); pagando despidos privados con dinero público como en Tuzsa; adjudicando contratas tramposas, como la del autobús o trabajando para que Averly sea hoy aún más historia, pasando a esa nueva “Historia Universal de la Infamia” donde nos ocuparemos de que todos estos vomitivos personajes perduren para siempre como ejemplo de miserables, ignorantes y corruptos. Alejandro Sala y la corte de canallas “turricidas” que demolieron la Torre Nueva de Zaragoza, ya no están tan solos en ese calabozo virtual y eterno de los enemigos de nuestro patrimonio.
Pero no nos equivoquemos, Alejandro Sala tenía a su favor la posibilidad de caída de la torre, aunque improbable para los técnicos de la época. Pero a esta jauría de alimañas políticas y empresariales solamente ha movido un interés: alimentar la codicia de una inmobiliaria… y -muy probablemente- la suya.